miércoles, 15 de agosto de 2012

Infinite Love~ Capitulo 12

Estuvimos en el sofá hasta las once. No quería que Daniel se fuera así que intenté que no se notara todo el sueño que tenía. Pero el sueño me ganó y me quedé dormida. Me desperté a las 5:00 de la madrugada en mi cama. Daniel me había llevado a mi cama y se había ido sin despertarme. Era un encanto. Me volví a dormir. Esa noche hizo frío y me tuve que tapar con una sábana. Me desperté a las 8:00 y bajé a desayunar todavía dormida. Desayuné unos cereales con leche. Llamaron al timbre. Fui corriendo porque creía que era Daniel. Abrí la puerta y me encontré con mi prima Sara. Traía una bolsa llena de comida.
-¡Sara!- dije abrazandola.
-¡Hola, Marina! Te traigo esto.
-¿Comida?
-Sí, mi madre me ha dicho que te la traiga. Tu madre le dijo a la mía que se iba y que te trajera comida y después se la pagaba.
-Pues muchas gracias, aunque en realidad no he gastado nada prácticamente.
-Bueno, yo te lo dejo aquí y ya está.
-Vale.- le dije sonriendo.
-Bueno, adiós.
-¿Ya te vas?
-Sí.
Sara se fue y yo empecé a guardar la comida en su sitio. Tuve problemas para meter toda la comida en el frigorífico, así que la metí como pude, toda apretada. Al parecer mi madre iba a tener razón y yo era un desastre. Me reí al recordar las palabras que siempre me decía mi madre. En ese momento me acordé de otras palabras mucho más recientes que me dijo mi madre: “Recuerda que tienes que ocuparte de la casa”. Perfecto, mi madre me manda que me ocupe de la casa y yo estoy todo el día fuera. Era el momento de ponerme a limpiar, mis padres podían llegar cualquier día. Me terminé los cereales, metí el cuenco en el lavavajillas y los cereales en el mueble que había al lado del frigorífico. Fui a coger el cepillo para barrer. Barrí toda la parte de arriba y ordené mi cuarto, que estaba todo desordenado con ropa por todas partes: en el suelo, en el escritorio, en la cama... en todos sitios menos en el armario. Lo hice deprisa, no quería pasarme toda la mañana liada con la limpieza. Cuando terminé de barrer, fregué el cuarto de mis padres, mi cuarto, los dos cuartos de baño. Todo fregado. Cuando ya estaba en la parte de abajo, la barrí y también la fregué. Puse el lavavajillas y tiré la bolsa de la basura al contenedor que había antes de llegar a la playa. “¡Mierda! Todavía tengo puesto el pijama.” Yo, como siempre, tan tonta y despistada. Y estaba todo fregado. Me tumbé en el sofá y me conecté al tuenti desde el móvil. Había bastante gente conectada. Estaba conectada Paula, una de las chicas que estaban en la playa el día que conocí a Daniel y a Fernando. Le saludé con un “Hola” no muy entusiasmado, ya que ella tampoco me había saludado ni una vez desde que me mandó una petición. Ella me respondió con un “Holaaa” que a simple vista me parecía simpático pero que nunca podría saber con qué estado de ánimo me lo decía. Me sorprendió que me dijera a continuación un “¿Qué tal?”, a lo que yo le respondí con un “Bien, ¿y tú?”. Estuvo un buen rato sin contestar, lo que no me causó mucha sorpresa, pues yo ya sabía que esa extraña simpatía no duraría mucho. Estuve mirando las fotos de Daniel. “Marina, espero que sea simple aburrimiento.” me decía el corazón. ¡Pues claro que era simple aburrimiento! ¿O lo estaría controlando? En una foto vi a Daniel con otra chica, la foto era de hacía tiempo. Meses, mejor dicho. Pensé que sería Pilar. Se veía guapa. Era pelirroja y tenía los ojos oscuros. Era realmente guapa. A simple vista se veía que era una rompecorazones. Muchos estarían enamorados de ella en estos momentos. La cuestión era que yo nunca la había visto en mi instituto. Nunca había visto a Daniel, Pilar o Bruno. Sim embargo, a Laura, Paula y Carmen las había visto alguna que otra vez en el patio del instituto. Ninguna palabra, solo miradas y pensamientos. Siempre había pensado que eran una chicas presumidas, típico en mi instituto, pero cuando las conocí aquella noche me di cuenta de lo equivocada que estaba. Aquellas chicas que me parecían presumidas acabaron por ser las chicas más normales de mi instituto. No formaban parte de las pijas, ni de las presumidas, ni de las de “¡Me he roto una uña!”. Ellas eran más bien de las que preferían llevar una gorra antes que llevar pestañas postizas. Aquello era raro en mi instituto. Muy pocas renunciarían a los tacones, los pintalabios, los coloretes y todas esas cosas que hacían que las caras de las chicas parecieran un libro para colorear. De repente el ruido de una notificación de tuenti me sacó de mis pensamientos. “Estoy bien. Me he enterado de que estás saliendo con Daniel.” Esa fue la respuesta de Paula. Era increíble lo rápido que corrían los cotilleos en ese pueblo. ¿Quién lo sabía? Inma, Austrid y Bruno. Estaba segura de que si Paula lo sabía, lo sabría ya todo el mundo. Bueno, que se enterase todo el mundo, qué mas da. Ya me imaginaba la frase que le diría a alguna pija cuando me preguntara si estaba con Daniel: Pues sí, y si la envidia te mata, jódete niñata. Punto final. Para algo bueno que tenía, presumiría. Llamaron al timbre. Fui descalza hasta la puerta para no manchar más el suelo. Cuando abrí la puerta, me sorprendí por lo que acaba de ver. Sería una imaginación. Pero no lo era.

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