Le veía el
miedo en los ojos. Le di la mano. Después de pagar fuimos a recoger
los patines. Cuando llegamos a la taquilla donde te los daban, vimos
que la persona encargada era la misma chica que un día antes
encontró mi anillo en el barco.
-¡Hola!-nos
dijo sonriendo.- ¿Vosotros por aquí?
-Sí, hemos
venido a ver qué tal se nos da lo de patinar. ¿Y tú que haces
aquí?
-Mi madre se
ocupa de esto.
-¿No se ocupaba
de los barcos?
-Mi padre se
ocupa de los barcos y mi madre de esto. ¿Es la primera vez que venís
a patinar?
-Sí, y espero
que sea la última porque no creo que salga vivo.- contestó Daniel.
La chica soltó
una carcajada.
-Me llamo
Fátima, encantada.
-Yo soy Marina y
él es Daniel.
-Si queréis os
puedo ayudar, llevo muchos años ayudando a mi madre con esto y tengo
mucha práctica.
-Sí, por
favor.- rogó Daniel.
-Tranquilo, no
es tan difícil.
A pesar de las
tranquilizadoras palabras de Fátima, no vi a Daniel muy convencido.
**
Estaba tumbado
en mi cama. El corazón me dio un vuelco cuando me enteré de que
Daniel y Marina estaban juntos. ¡Si se acababan de conocer! Los dos
la conocimos el mismo día, en el mismo instante. ¿Qué tenía
Daniel que no tuviera yo? Supongo que todo. Pensándolo bien, todos
los chicos tenían algo que yo no tenía. Marina me gustaba de
verdad. ¿O era un simple capricho? No sé. Cuando la vi en la playa,
con sus preciosos ojos y su perfecta sonrisa, una esperanza me llenó.
Era preciosa. Y después, en casa de Luis, cuando me abrió la puerta
de tan buen humor gastando bromas, tuve más esperanzas. Más tarde,
al verla en bikini... ¡Uf! ¿Por qué la vida es tan dura? Todo lo
mejor se lo llevaban los demás. Todas las chicas del instituto
estaban enamoradas de Daniel. Seguramente por su físico. Y de todas,
él eligió a Marina. Era obvio que yo no era el único que en este
momento no estaba muy conforme con la nueva pareja.
**
-Entonces... ¿se
lo has dicho?
-Sí.
-¿Y qué ha
dicho?
-Nada, sólo ha
dicho que se tenía que ir.
-Seguramente se
fue a contárselo a las demás.
-No lo sabes.
-Intuición
masculina.
Me giré y fingí
estar enfadada. Me divertía. Bruno me cogió la barbilla, me giró
la cabeza. Nuestras caras estaban a pocos centímetros. Entonces me
besó y le devolví el beso.
-¡Ah! Ya no
estás enfadada, ¿no?
-Pues no.
-Se te pasan a
ti muy rápido los enfados, ¿no?
-Cuando estoy
contigo sí.
Le sonreí, me
devolvió la sonrisa. Le besé, me devolvió el beso.
**
Salimos de allí
entre risas.
-Cariño...
¿cuántas veces te has caído?- me preguntó Daniel.
-No sé... he
perdido la cuenta.
-Al menos yo no
me he caído.
-Normal, Fátima
no te soltó en ningún momento.
Fuimos caminando
de la mano sin rumbo.
-¿Adónde
quieres ir?- me preguntó.
-Adónde tú
quieras. Sólo quiero estar contigo.
Me sujetó por
la cintura me besó en la cabeza. De repente, sonó mi móvil. Miré
la pantalla. “Mamá”.
-Lo tengo que
coger.
-Cógelo,
cariño.
-Llamada
telefónica-
-Hola, mamá.
-Hola, cielo.
Siento no haberte llamado antes. No he tenido tiempo, el abuelo ha
empeorado.
-No pasa nada.
-¿Te aburres?
Todavía Inma no ha vuelto, ¿no?
-Sí, me aburro
mucho. Inma vuelve dentro de 3 días.
-No te pasas
todo el día en casa, ¿no?
-No, salgo a la
playa y eso. Aunque no mucho.
-Hija, quiero
que salgas, que te diviertas.
-¿Pero con
quién?
-No sé... con
Luis y sus amigos.
-Mamá, no sé...
bueno, a ver que haré.
-Lo siento,
tengo que colgar, que viene el médico para decirnos cómo está el
abuelo.
-¿Está en el
hospital?
-Sí...
-Bueno, te dejo.
Espero que se mejore. Da un beso a todos de mi parte.
-Vale, cielo. Te
quiero.
-Te quiero.
Colgué y miré
a Daniel, que también me miraba sonriendo.
-Te aburres
mucho, ¿no?
-Claro.
Se acercó a mi,
me pasó la mano por la cintura y me besó en los labios.
-No quiero que
sepa que tengo novio.
-Lo entiendo.
-Gracias. ¿Vamos
a mi casa?
-A donde tu
quieras.
Y de la mano, la
pareja fue hacia la casa de Marina.
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