Miré el reloj. Habían pasado cinco minutos de la hora. Marina nunca
llegaba tarde. La esperé mirando a los niños que jugaban en el parque.
Pasaron otros cinco minutos. De repente sentí unos brazos que rodeaban
mi cuello por detrás. Giré la cabeza y me encontré con los labios de
Marina, que me besaban.
-¿Vamos?- me dijo Marina.
Me cogió de la mano y me levantó del banco. Marina estaba agarrada a mí. Olía a vainilla.
-¿Pero adónde me llevas?- le pregunté.
-¡Es una sorpresa!
Suspiré sonriendo.
**
Mientras, en casa de Pilar...
-¿Pero cómo va a ser eso?
-Pues es lo que me ha dicho.
-Esa información está muy bien, pero me interesa más la de Marina y Daniel.
-¿Todavía le quieres?
-¡Qué dices! Bueno, venga, a buscar información. Y después me la dices, ¿eh?
-Sí, pero no le cuentes a nadie lo de Austrid y Bruno.
-Que sí, no te preocupes.
Helena se fue y yo me quedé pensando en mi cama.
¡Maldita Helena! Toda la mañana esperando y la única información que me
trae es de Austrid y Bruno. Al parecer habían cortado. ¡¿Pero a mí que
me importaba?! Yo quería saber de Marina y Daniel. Era obvio que no
seguía enamorada de Daniel, pero... ¿en algún momento lo había estado?
No. Y no lo estaba ahora. Pero necesitaba saber cómo iba con Marina.
Quería saber si de verdad lo hacía por amor o para darme celos. Desde
que cortamos no paraba de pensar en Daniel, lo que no entendía era el
por qué. Por más que me convencía de que no estaba enamorada de Daniel,
todavía tenía mis dudas. No podía negar que Daniel era guapísimo, tenía
unos ojos azules y una sonrisa preciosa. Y eso sin contar con su cuerpo.
Daniel era... apetecible. Pero eso no significaba nada, ya que todas
pensaban lo mismo de él. Tenía que ir a hablar con Daniel. Le diría que
me arrepentía y que fue un error cortar con él. Si me iba a creer no lo
sabía, pero seguro que se volvía a pensar lo de volver conmigo.
**
Estuve sonriendo hasta que vi a donde habíamos llegado.
-Yo no sé si...
-¡Que sí, hombre!
-Bueno... si tu sabes y me ayudas...
-No, si yo tampoco sé.- me dijo sonriendo.
No me podía creer que me hubiera llevado a patinar sobre hielo. No
estaba muy seguro, pero me cogió la mano y entramos. Fuimos a pagar.
Marina sacó un monedero y pagó.
-¿Por qué has pagado tú? Yo tenía dinero.
-Tú has pagado la comida y yo esto.- dijo sonriéndome. No podía negarlo, me encantaba.
**
Estaba sumergida en el libro, era mi preferido. Esta era la cuarta vez
que me lo leía. Me levanté a pedir un café porque estaba cansada de
esperar a Bruno. En la barra había un chico muy mono con el pelo oscuro y
los ojos color miel. Le pedí un café, cuando me lo sirvió me sonrió.
Tenía una sonrisa verdaderamente bonita.
-Gracias... - miré el cartel en el que ponía su nombre – Álex.
-De nada. Pero tienes ventaja, tu sabes mi nombre.
-Austrid.
-Encantado.
-Lo mismo digo.
Me dirigí a mi mesa con el café quemándome la mano. Fui acelerando el
paso porque cada vez quemaba más. Dejé el vaso de plástico en la mesa y
me senté. Antes de volver a mi libro, le soplé al café. Di un sorbo
rápido para no quemarme la lengua. Tenía que echarle azúcar. Me levanté y
fui hacia la barra. Álex me sonrió cuando me vió otra vez allí.
-¿Me podrías dar un sobre de azúcar, por favor?- le pedí con una sonrisa.
-¡Claro!
Abrió un cajón y sacó un paquete de azúcar.
-Toma.
-Muchas gracias.- dije.
Fui otra vez hacia mi mesa. Me senté y le eché al café el sobre entero.
Lo removí con una cucharilla de plástico que casi no sobresalía del
vaso. Mientras lo removía, vi a Bruno en la puerta de la cafetería,
mirando a un lado y al otro, buscándome con la mirada. Cuando me vio,
empezó a caminar hacia mi. Miré el reloj. ¿Cómo había tardado tanto?
-Hola, cariño.- le dije cuando se sentó a mi lado.
-Hola.
-¿Cómo te has retrasado tanto? Ya me pensaba que no venías.
-Lo siento. Es que fui a casa de un amigo y me entretuve más de lo pensado.
-Ah, no pasa nada. Ya he pedido un café, porque no sabía si venías o al final no. ¿Quieres algo?
-No me apetece. Tal vez más tarde.
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